Nunca había visto un performance
Por Daniela M. Sánchez
Pertenecía al grupo de personas que nunca habían visto un performance y, como quien asiste a la escuela por primera vez, temía no entender nada. Para mi suerte, mientras se desarrollaba la obra en la sala de un museo, comprendí infundada mi angustia y mejor me dediqué a disfrutar.
Como parte de la exposición Yo era muy bueno tirando piedras 2 en La Tallera, el artista Jesús Leos Rodarte presentó el performance Concierto silente, una secuencia coreográfica creada a partir de conciertos de Anohni, Grace Jones, Annie Lennox, Björk, Sinéad O’Connor y Harry Styles, además de una reseña de Paty Chapoy acerca de un concierto de Björk.
El performance consistió en la fiel interpretación corporal de un set de canciones armado por el artista, las cuales fueron extraídas de conciertos reales. Concierto silente comenzó con la reconstrucción de una presentación en vivo de Harry Styles, ex integrante de la boy band One Direction. Al escuchar cada canción del set, también percibimos los gritos, los aplausos y el ruido ambientales; además, vimos con claridad los movimientos corporales de cada cantante a través del cuerpo de Leos Rodarte, quien nos sorprendió con su gran trabajo para recrearlos. Cada gesto nos remontaba al o a la intérprete en turno. No fue una simple imitación, sino que el performer utilizó el cuerpo como soporte, como lugar de proyección, como quien busca transferir de un papel a otro una imagen. Una clave para envolvernos con su presentación fue que el artista evitó la gesticulación vocal, ni un movimiento imitativo se produjo a través su boca. Sus labios no se movían y fue esto lo que atrajo la mirada a su ejecución.
El gesto corporal se expresa con un sinfín de voces, no menos significativas que aquellas emergidas desde la experiencia del habla. La mudez en este performance es activa, produce el entendimiento y el alcance de quien mira, analiza o testifica la obra. El desarrollo de la acción es un proceso: se realiza el desplazamiento de varios personajes de un punto a otro en el espacio y la transformación de cada uno de ellos sucede por medio del juego de alternancias entre el movimiento corporal, la voz, el sonido ambiental y la atención de las y los espectadores.
Como dice el poeta Charles Olson en su discurso sobre el verso proyectivo: “…el poema mismo debe, en todo punto, ser una construcción de alta energía y, en todo punto, una descarga de energía.” Eso fue lo que ejecutó Leos Rodarte en Concierto silente, un poema corporal y sensorial, en el que a través de los alcances de su cuerpo nos transportó a escenarios y corporalidades del pasado, escuchando a un público que no éramos nosotros. El performance provocó seguir dos líneas temporales: la del sonido sucedido y la acción sucediendo.